PASO A LA MODERNIDAD
El siglo XIX llevará consigo la transición
a la
vida moderna, el ocaso del
Antiguo Régimen, que tendrá su fiel reflejo en una nueva realidad
social y urbana, manifestadas sobre todo en la entrada en escena de una inquieta
burguesía.
Se efectuará la alineación de las calles, su empedrado y decoro
de
aceras, y se renovarán muchos edificios, como consecuencia del nuevo auge
de la zona
como espacio residencial. La pujante nueva burguesía convertirá a
la
zona en un área pionera en la recepción de servicios como la luz
y el agua y aquí florecerán instituciones educativas y lugares
de
ocio propios de situaciones desahogadas
que, en cierto modo, se convertirán en la característica de este
barrio.
La plaza de San Ildefonso contará, a partir de 1834, con el primer mercado
cubierto de
Madrid.
La zona se vio aislada de las dos grandes intervenciones urbanas efectuadas
en la capital en este periodo: el ensanche fruto del Plan Castro (1861) y el
nacimiento de la Gran Vía (1910), que sólo afectó a algunas
de sus
manzanas. Esto hizo que el espacio del Triángulo de Ballesta volcase su
vida al interior, conservando
ese tipismo que se ha ido transmitiendo a través de los tiempos.
Perviven hoy en las calles la huella de todo este proceso: abundantes casas de
vecindad junto a fundaciones religiosas como las iglesias de San martín
o de San Ildefonso, testimonios de aquel comercio de subsistencia de bebida,
comida
y combustible, junto a otro más especializado como los libreros, plateros
o establecimientos tipográficos, espacios de ocio como los cafés,
los teatros —el más emblemático es el de Lara—, las
sociedades culturales y de esparcimiento,
también viviendas de los más acomodados o grandes edificios vinculados
a instituciones
como la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, que fuera
sede
de la Real Academia Española.
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